Rafael Pérez Gay, piensa, al igual que Schopenhauer, que mirados de cerca los seres humanos somos como personajes cómicos. La enfermedad de Chema era sin duda muy trágica, pero “si te acercas, pues ya vienen cosas cómicas”. Anécdotas de este tipo hay varias en el libro, una de ellas, cuando se queda dormido frente a una obra de van Gogh. “No se necesita ser médico para saber que hace veinte años era un principio de la enfermedad”, dice con voz melancólica.
El cerebro de mi hermano es una obra que puede leerse como “solamente la historia de dos hermanos”. Ejemplifica con dos grandes obras de dos grandes escritores. Gracias a Carta al padre, de Franz Kafka, podemos saber como era el papá de Kafka, al igual que El mayor Sabines nos permite conocer como era el padre de Jaime Sabines, sin embargo, ambas obras pueden leerse como historias de familia, historias de la relación entre dos personas.
Nuevamente el autor recomienda un libro: Una historia de amor y oscuridad de Amos Oz. En esta novela, al tiempo que se va narrando el proceso de construcción del Estado de Israel, el autor nos va introduciendo en la historia de una familia, y “de pronto estas dentro de esa familia, porque en el fondo las familias se parecen todas mismas, es universal. El requisito de casi toda literatura es que lo local y lo personal, se vuelva de interés general.” El relato debe de estar concebido de tal forma que cuando el libro sea leído “resuene en tu memoria (…), te meta en un mundo”.
“Un lector es una persona que siempre quiere dejar el libro que trae entre las manos por algún motivo, porque tiene que ir al baño, porque tiene que ir a hacer el amor, porque tiene que abrir la puerta, porque tiene que apagar la luz, entonces quiere dejar el libro siempre, ya me dio hambre, voy a hacerme un sándwich; bueno y dice que el trabajo del escritor es retener a ese lector con el libro en las manos, que no lo suelte, intentar que ese lector tenga el libro en las manos o que lo suelte la menor cantidad de veces que sea posible”, parafrasea a Bioy Casares.
El cerebro de mi hermano es uno de esos libros que uno no quiere soltar. Su corta extensión, su lenguaje claro y contundente y sus aforismos y reflexiones sobre la enfermedad, la muerte y la vida misma, atrapan a quien lo lee, hacen de su lectura un hecho placentero, además de convertirlo en un libro con el cual todo lector se sentirá identificado y para Pérez Gay “es muy importante que el autor entre en una especie de comunión con el lector”.
“Uno de los temas de la literatura es la muerte, este es un libro sobre la muerte, pero al mismo tiempo es un libro sobre la vida- responde el escritor al ser cuestionado sobre las temáticas de su obra. –Sobre la continuidad de la vida”, añade. ¿A qué se refiere con la continuidad de la vida? No a una vida más allá de la muerte, sino “que la vida va continuando”, a pesar de la ausencia de su hermano.
Como se ha dicho anteriormente “trata también de la hermandad”, comenta el autor, recordando con alegría pero melancólico. El libro puede leerse, de acuerdo a comentarios que ha recibido, también como la historia de dos hermanos que en cierto momento estuvieron gravemente enfermos, uno muere y el otro continúa. “No lo formulé así mientras escribía, pero tan lo tenía en mente dentro de mí, que está en algunas frases del libro.”
Uno de los ejes que, absolutamente, rigen El cerebro de mi hermano es la memoria.-Quiero una ráfaga, un soplo de la memoria- pensó Rafael al disponerse a escribir, y lo dice con tristeza, un sentimiento de impotencia se nota en su voz. El escritor piensa que “si no hay vida después de esta vida (…) es la memoria lo que se queda contigo”. Es la memoria lo único que él tiene hoy de su hermano. “La memoria rige El cerebro de mi hermano.”
“Tenía muy clara la línea del tiempo a través de la cual mi hermano se fue apagando hasta quedar a oscuras”, comentó con el volumen de su voz más bajo que lo normal. Fue escogiendo Rafael los recuerdos que le permitieran retratar a su hermano en los dos extremos: el hombre con un cerebro extraordinario y el hombre con un cerebro deteriorado. “Yo no podía dejar pasar ante mis ojos lo que estaba pasando con una de las personas más queridas de mi vida”, justifica la razón por la cual escribió El cerebro de mi hermano. “Yo no puedo dejar que mi hermano se vaya, despedirlo en la cremación, darme la vuelta y escribir mi novela del siglo XIX. Hay que despedirlo de algún modo, el libro es eso, una o varias ceremonias del adiós.
”El cerebro de mi hermano es, por accidente, una “secuela indeseada” de Nos acompañan los muertos. El tono es muy similar en ambas obras, un tono crudo, pero con sentido del humor. La construcción de los dos libros, pese a no ser la misma, tiene elementos similares, aunque Nos acompañan los muertos tiene más la estructura de una novela, pero de igual modo lo califica como un informe, “un informe que tiene que ver con la despedida de mis padres”.Rafael Pérez Gay comenta acerca de la novela que dejó inconclusa cuando comienza a escribir El cerebro de mi hermano. “Quizás va a ser como una trilogía”, la primera de los padres, la segunda de su hermano y la que está en proceso, que tiene “probablemente una textura similar”, tiene que ver con la Ciudad de México en el cambio del siglo XIX al XX y la enfermedad, “una enfermedad que tuve”.
Entrevista realizada por Gustavo Gordillo, Ingrid nucamendi e Iván Mercado el 5 de marzo del 2014 en el expendio de te "Teavana" ubicado en la calle de Michoacán Col. Condesa.